Para ti, capullo

Hace ya varias horas que ha anochecido y no habrá mucho tiempo desde que yo creía que el sol iba a salir mañana. Pero mira, parece que no lo hará. Para eso Benedetti, Neruda y Bécquer inventaron eso de asfixiar las palabras, para recobrar el aliento de unos versos que lloran sangre, cuando ellos en realidad querían llorar tinta. Y mírame a mí. Que hace unos días escribía sobre la comisura de tus labios y ahora me tienes escribiendo una carta de despedida. Aunque ya no sé si es para esos ojos tuyos o para todos esos momentos que no habremos vivido.
Que hoy era día de besarte, y hoy iban a ser todos los días.
Esta carta quiere decirte que todos los días me ponía mis mejores galas y mi mejor sonrisa para intentar conquistarte. Y que incluso cambié de peinado por que algo me decía que te iba a gustar más. También que cuando escuchaba tu nombre siempre una pequeña risa me hilaba la garganta y no podía evitar que mis ojos adquirieran un brillo especial.
Dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, pero también está la otra cara de la moneda en esta historia que dicta que yo siempre supe lo especial que eras... cuando ni siquiera te tuve.
Aunque si es cuestión de confesar, he de reconocer que siempre he sabido que estoy hecha para estar sola, sin ninguna compañía que no sean los desgarrados versos de Carlos Salem, que me recuerdan lo jodida que puedo llegar a estar a veces.
Y al final de esta carta te quiero dar las gracias, por que al fin y al cabo has sido una de las mejores inspiraciones que he tenido. Ojalá otros muchos puedan recitarles todas las palabras que hablan sobre ti en mis escritos, y que su historia tenga un final inolvidable.

(Loreto Sesma)

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